Acoger los desbordamientos
El discurso analítico aborda a la familia a partir del goce que está en causa para el sujeto. A menudo idealizada, atrae aun más las pasiones, dado que las normas familiares ya no aseguran el sentido común que permitía una puesta en forma sintomática de las funciones de padre y madre.
Les nuevas formas de la familia generan descomposiciones, en ruptura con la familia conyugal. El derecho da cobijo a las variedades que de esas descomposiciones se deducen pero a veces eso se desborda, se aman y se odian. En esta institución orientada por el psicoanálisis, un CPCT, ese real es acogido.
« Usted es psi. » dice Antoine, « Por favor, no me pida que hable de mi familia. Lo he hecho 100 veces y cada nuevo relato me condena ».
También es el caso de Aline. Vive con sus tres hijos, encerrada en su casa. Duerme con su bolso por miedo a que su hijo mayor le robe. Se presenta como victima de sus hijos pero revindica haberles dado toda su presencia, todo su amor, como lo señala la psicoanalista que la recibe. Fue necesario que sus dos hijos mayores la agredieran para que se decidiera a venir a hablar. Y para ello, hay que cruzar la puerta del domicilio familiar. Aline siempre ha escogido parejas poco fiables y el odio que siente hacia cada uno de los padres de sus hijos se ha transformado en un amor exclusivo hacia estos. Las posibilidades de una intervención soportable son pocas pero solidas como lo subraya su interlocutora : se trata de, paso a paso, liberar un poco a este sujeto de la cárcel de su goce, es decir, de su violencia. Una pasión como la de Medea que convoca el impulso mortífero en cuanto su bien más preciado, el hijo, se revela apartado del apoyo de Jason.
Se pueden atrapar, en parte, las propias dificultades a partir de la propia familia, del estilo de los padres de cada uno, pero entonces, y es unas de las vivificantes sorpresas del análisis, se obtiene una clínica de la separación: a cada uno su solución, sus callejones sin salida, su estilo; mi padre, mi madre, ese hombre, esa mujer, uno(a) entre otros. Para poder acoger el real de los desbordamientos familiares que encontramos, a menudo indecible, esta orientación es esencial. Recibir esos “sin” o esos “demasiado”, esos silencios anonadantes, implica tener que prestarse a la lengua del sujeto, siempre más allá del Edipo. Incluye la lengua familiar, sus depósitos.
Los padres que cuentan son aquellos que supieron darle vida. Un papá que no siempre es el padre y que se las arregla con lo que se presenta como imposible, más o menos bien, y más bien menos que más. Una mamá que consigue serlo con un estilo que le es propio.
Se pueden tener varias mamás y varios papás, sin confundirles pero usando de ellos de un modo que permita un vínculo y que mantenga a distancia la pulsión devastadora.
Una familia aloja malentendidos, formas de decir que permiten elaborar pequeñas historias. Hay muchas variedades de familia y, en el interior de las familias, muchas maneras de hacer con la soledad inherente a la criatura humana.
Traducción: Alba Cifuentes
Revisión: Carmen Cuñat
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