El cuerpo fuera de las normas de Antonin Artaud

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“No tengo más que una ocupación, rehacerme”[1]

[Órgano, cuerpo estallado, teatro]

En “El atolondradicho”, Lacan señala que la función de cada uno de sus órganos le hace problema al parlêtre. Eso en lo que algunos sujetos se especifican, particularmente el esquizofrénico, es de estar tomados sin el socorro de ningún discurso establecido para saber que hacer de sus órganos. El problema se plantea para todos pero la solución difiere. La del neurótico es la solución más “pobre” porque ella es sin invención. El neurótico resuelve la problemática de su cuerpo por una sumisión a los discursos establecidos que dicen que hacer del cuerpo. A veces, esta adhesión falla y el sujeto debe inventar un discurso, lo que por otra parte, demanda un esfuerzo bastante considerable, como lo resume J-A. Miller: “o bien él lo recibe o bien lo inventa”[2]

El cuerpo de Antonin Artaud es un cuerpo complejo y desmultiplicado por los numerosos discursos que él ha suscitado. Es un cuerpo doloroso que nos equivocaríamos al separarlo de la obra, pues, como le escribirá él mismo a Jacques Rivière, es en nombre de su locura que se autoriza a hablar. En el caso de Artaud, la “admisibilidad testimonial y la admisibilidad literaria están íntimamente mezcladas”[3], así el testimonio de su locura y de su obra no hacen más que uno. Para Artaud, la invención teatral ha tratado el cuerpo. Esa fue, en todo caso, su tentativa. Él ha soñado de un cuerpo sobre la escena, el del artista que busca a desgarrar el velo de la belleza para restituir al verbo su fuerza, “sin un elemento de crueldad a la base de todo espectáculo, el teatro no es posible (…) es por la piel que haremos entrar la metafísica en los espíritus”.[4]

El teatro de Artaud apunta a la totalidad. Suprime toda separación entre la escena y la sala. Trastoca las normas y difunde sus “pedazos visuales y sonoros sobre la masa entera de espectadores”[5]. Él arranca el texto del ronroneo de la palara en el que había caído para dejar resonar voz y cuerpo: “crear una metafísica de la palabra, del gesto, de la expresión, en vista de arrancarla a su pisoteo psicológico.”[6] De esta manera, se instaura una comunicación directa entre el espectador y el espectáculo. Golpeamos al espectador, le “perforamos el ojo” para retomar la expresión de Evelyne Grossman, con el fin de que él pueda ver algo. Llegamos así a una forma performativa que compromete no solamente al actor sino el cuerpo del espectador que debe ser otra cosa que un “simple órgano de registro.”[7]

Es verdad que el cuerpo de Artaud era un cuerpo terriblemente sufriente. Pero es con ese cuerpo que volaba en “pedazos” que este inmenso artista ha sabido inventar y repensar enteramente las normas teatrales para volver el gesto y el acto escénico tan vivientes como irreversibles.

“¿Quién soy?

¿De dónde vengo?

Yo soy Antonin Artaud

Y que yo lo diga

Como yo sé decirlo inmediatamente

Usted verá mi cuerpo actual volar en pedazos

Y encogerse

Bajo diez mil aspectos

Notorios

Un cuerpo nuevo

Donde usted no podrá

Nunca más

Olvidarme.”[8]

traducción: Micaela Frattura

 [1] Artaud, A., « Le Pèse-Nerf », in L’Ombilic des Limbes, Poésie/Gallimard, Paris, 1968, p. 103.

[2]   Miller J.-A., « L’invention psychotique », Quarto, n° 80/81, janvier 2004, p. 10.

[3]   Borie M, « Antonin Artaud triple témoin », « Le Geste de Témoigner », in Etudes théâtrales 51/52, 2011, p. 119

[4]   Artaud A., Le théâtre et son double, Paris, Gallimard, 1978, p. 95.

[5]   Ibíd., p. 84.

[6]   Ibíd., p. 87.

[7]   Artaud A., « Le théâtre et la culture », préface au Le Théâtre et son double, Œuvres complètes, t. IV, Gallimard, 1978, p. 14.

[8]Artaud A., « Pour en finir avec le jugement de Dieu », Œuvres Complètes, t. XIII, Gallimard, 1974, p. 118

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