Síntomas sensacionales………… O la carne batiente.

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En los años 90, Jacques-Alan Miller sintetizó felizmente en la fórmula sinthomas a medida, esos síntomas hostiles y resistentes a la puesta en acto de la transferencia por su negación de la dimensión del Otro, del inconsciente. Síntomas que ponen en primer plano la dimensión del goce ligado a los objetos de consumo y que al mismo tiempo procuran al sujeto y al grupo una especie de casaca identificatoria, que de forma ilusoria comparten el mismo objeto. Síntomas egosintónicos para la psicología, debido a la ausencia de conflicto y de división de un sujeto y que, al contrario, se presenta más bien como monolítico. Excluido de la vía de clasificación debido a un cierto comportamiento, el sujeto se encontraba identificado masivamente a un síntoma-fenómeno con rasgos universales: tóxico-dependencia, anorexia-bulimia, alcoholismo….. A partir de la insignia sintomática compartida, el pequeño grupo terapéutico podía constituir para el analista la ocasión de movilizar el circuito de la palabra y de reabrir la dimensión particular de la transferencia.

Hoy en día , ya no estamos en eso. Expulsado de la vía de la reducción ingenua al funcionamiento del cuerpo, reducido a un organismo que se puede despedazar y medir, el “sujeto” inevitablemente reaparece en eso que podemos definir como los síntomas sensacionales, caracterizados por la inducción de experiencias del goce que solicitan cada vez más los sentidos, en detrimento de toda percepción unitaria del yo.

Ya no hay grupo, ni sujeto, ni sentidos, ni objeto de goce privilegiado, no hay nada de egosintónico. Ese que se definía como toxicómano se reduce a un síntoma a medida: por la noche, la cocaína y el MDMA para excitar y mantener su rendimiento, por la mañana, la heroína o el Orfidal para calmar el humor y volver a los bancos del colegio. Conoce las substancias y las utiliza como un químico.

Anna, en cambio, cada vez que está angustiada, va al cuarto de baño y se corta quirúrgicamente los brazos y las piernas, para rapidamente fotografiarlos con un selfie y hacerse objeto de ostentación en las redes sociales. Resentir el dolor la tranquiliza.

Los síntomas sensacionales son más bien síntomas pulsión-sintónicos, que ponen en juego el goce de la carne batiente, la cual se produce por una ruptura de los límites corporales dados por el imaginario y el simbólico.

Síntomas del pulso de la carne justo donde lo pulsante, el “botón”, no es solamente el batido que da ritmo a la vida desnuda, sino que también es el botón tecnológico o químico con el cual se acciona una experiencia de goce-sentido, a entenderlo también como un sentido-gozado, goce de los sentidos. ¡Pulsa el botón y goza! Este es el imperativo al que está sometido el sujeto contemporáneo, cada vez más reducido a un CLIC.

Con la ruptura de la forma donde los sentidos toman el relevo del sentido, y la sensación sobre la representación, ahora se goza irremediablemente con esa sensación de sentirse carne del interruptor. Verdaderas emergencias de goce del viviente que no pide nada al Otro por el simple hecho de que el Otro está aquí reducido a lo que es: un agujero.

Entonces, los síntomas no son más que los últimos intentos de hacerse un cuerpo, solicitando y marcando la carne a su antojo, escrituras indelebles que, más que cuestionar al Otro de la palabra y del lenguaje, apuntan a hacerle consistir en su despedazamiento. Las tentativas de “corporización” del significante, mediante las escrituras que quedan por lo menos al nivel del signo, son ciertamente índices de la existencia de un ser viviente, pero no de un sujeto que pediría una operación de anulación del signo para hacer aparecer la huella.

Traducción: Soledad Gallego

Revisión: Carmen Cuñat

 

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