«A CADA UNO SU PROPIA NORMA»

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Las jóvenes generaciones nublan las identidades sexuales y conmueven los semblantes de lo masculino y de lo femenino. Se presentan ellos mismos como «bi», o incluso reivindican que no son en absoluto «binarios». Algunos de entre ellos encadenan, por un tiempo, de after en after, encuentros metonímicos y anónimos con uno u otro sexo. No hacen necesariamente de sus experiencias sexuales una identificación. El acento está puesto sobre todo en el encuentro.

Si una desorientación en relación con la sexualidad les puede conducir a encontrarse con un psicoanalista en la Consulta de Ayuda Psicológica Universitaria (BAPU), el malestar experimentado no se plantea en términos de un conflicto entre los ideales y la posición de goce. La sexualidad en si misma no es el motivo de su llamada, esto no es el problema, lo que les lleva a consultar es más bien la angustia, señal de un exceso de goce.

«La moda contemporánea que ha hecho de lupa en la cuestión de las representaciones sexuales, juega manifiestamente un papel en la confusión de géneros» (1), y se hace el instrumento de una especie de «travestismo ordinario»(2). Hay que diferenciar este último del travestismo clásico, el cual se caracteriza por el hecho de que los sujetos se presentan como hombres vestidos de mujeres y dan mucha importancia a que ese atuendo guarde la marca de lo falso. Mientras que aquí «la apariencia, su reconocimiento de género ya no es necesario en lo que vendría a ordenar lo visible»(3).

A causa del declive del padre y de los ideales, la referencia al falo y a la castración ya no es central y tiende a atenuarse. La incitación al goce, rebelde a toda universalización, se hace más presente y la frontera entre los sexos más tenue.

Rèon, sabe que es gay desde siempre. En la adolescencia, para marcar su diferencia, se vistió de gótico y le gustó dejarse crecer el pelo que peinaba siempre de forma muy femenina. El se diferenciaba de esta forma. Habiendo dejado crecer su barba últimamente, los niños del vecindario, intrigados, le han calificado amablemente -el hace hincapié en esto- de FOM, un nombre en forma de Witz que le ha gustado y que ahora utiliza de forma divertida. Ese atuendo, forma otorgada al enigma del sexo, y la satisfacción de capturar y tratar así la mirada, en el medio protegido que le ofrecen sus estudios artísticos, le permiten a mínima establecer un límite al asco que tiene de su cuerpo bajo la vestimenta y a su miedo a que le peguen.

En efecto, Eric Laurent (4) lo subraya, la asimetría de los tipos de goce entre los hombres y las mujeres, más allá de las marcas sexuadas en el cuerpo, interroga los límites de la política de desidentificación, a partir del hecho de que este goce descentralizado necesita un espacio para inscribirse, que es el cuerpo. 

En la época del Otro que no existe, responde, nos dice Jacques-Alain Miller, una exigencia subjetiva de invención, una valorización de su estilo de vida individual, estilo que se vuelve para cada uno su propia norma(5).

Traducción: Soledad Gallego

Revisión : Carmen Cuñat

1-Lebovits-Quenehen A., « Travestisme », Scilicet, L’ordre symbolique au XXIe siècle, Paris, Coll. Huysmans, 2011, p. 394-397.

2-Ibid., p. 394.

3-Versel A., « Sous la mode le regard », Blog des J46, L’Objet regard, 7 octobre 2016.

4-Laurent É., Subversion lacanienne des théories du genre, Paris, Éd. Michèle, coll. « Je est un autre », 2015, p. 160.

5-Brousse M.-H., Elles ont choisi les homosexualités féminines, Paris, Éd. Michèle, coll. « Je est un autre », 2013, p. 27.

 

 

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